Jorge Wittwer Mulet, Gestor Cultural, nos comparte su segunda columna para Muro Sur.
El espacio donde los artistas callejeros muestran y desarrollan sus propuestas es, en la mayoría de los casos, urbano y público. Diseñado con otro propósito, no fue pensado para ser el soporte de la obra de este tipo de expresión, que es parte de nuestro paisaje cotidiano y por mucho que nos opongamos, se instaló en nuestras ciudades y no se irá de ellas.
No tenemos que confundir, si bien existen un sin fin de obras de arte integradas al espacio público, como esculturas o murales, estas carecen de la espontaneidad que caracteriza al arte callejero. Esta condición, que genera ronchas entre muchos, es lo más atractivo de este tipo de propuestas. Su carácter efímero y contestatario, pero al mismo tiempo colorido y fresco, lo convierte en algo único, que con el tiempo ha ido cobrando adeptos y exponentes en todo el planeta, logrando establecer singularidades dependiendo de los lugares e idiosincrasias donde se ha desarrollado.
Las urbes contemporáneas han sabido dialogar con estos artistas y sus creaciones, integrándolos a sus programas de renovación urbana, labor social y otras acciones que han logrado sintonizar con los nuevos lenguajes artísticos incorporándolos al espacio público.
En Antofagasta iniciativas como las impulsadas por CREO Antofagasta, MAP (Museo de Arte Público) o SERVIU, con su programa Quiero mi Barrio, han conseguido relevar el trabajo de los artistas urbanos, demostrando que el arte en la calle puede ser una gran herramienta para la transformación barrial, entregando a la comunidad no solo espacios coloridos y atractivos, sino también relevando su historia y patrimonio a través de la pintura, logrando un trabajo conjunto entre artistas, vecinos e iniciativas público/privadas.
Por otra parte, tenemos a instituciones que han decidido apostar por incorporar en sus programaciones expositivas, el trabajo de artistas que han desarrollado la mayor parte de su obra en la calle, como es el caso de Muro Sur del Museo Ruinas de Huanchaca, otro buen ejemplo de cómo podemos integrar en un mismo recinto, patrimonio, museografía y arte callejero.
Con voluntad y creatividad, el arte puede habitar en cualquier lugar.